Un viejo profesor, sentado en su salón
fantasea y fantasea sobre algún cuento que leyó
de Edgar Allan Poe o algún caso de Conan Doyle
mirando por la ventana, este viejo profesor.
Los alumnos, mientras tanto, de este viejo profesor
sólo corren y persiguen, no saben nada del señor.
Y mientras fuma en la sala, este viejo profesor,
se acuerda y se recuerda de cuando él era menor.
¿Cuándo fue que yo cambié la polvareda,
risa constante del juego?
Si nunca quise echar raíces en este suelo.
Por ser adulto, eché al olvido lo divino.
Y los niños, de repente cesaron de correr
mirando todos muy atentos a este nuevo jugador:
de mirada renovada, él los mira de pie
y cómo corre, juega con ellos, si él es un niño también.
Y los niños ahora tienen un nuevo perseguidor
cuando en la sala ya no fuma su viejo profesor.
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