Si cada vez rechazas el toque prístino de mis manos,
la sutil compañía silenciosa que te regalo en los pasillos,
tras los cristales que dan al jardín
o en el espacio de la universidad, a la calle; de la calle al paradero,
puedes tener toda certeza en relación a lo siguiente;
no necesitas clarividencia ni consultar con los adivinos del centro.
La verdad, cada vez que incurres en esas prácticas tuyas
(características, por lo demás)
te ganarás un "ándate a la mierda", acompañado por un beso furioso,
robado directamente de tus labios -que son míos (desde la primera mirada);
mientras siento hervir mis orejas, sangre y lengua /
mientras me pierdo en temblores febriles.
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