jueves, febrero 18

Otro para ti

Hoy vuelvo a ser un fantasma en la ciudad

un eco iracundo, un vengador desempleado

no queda iniciativa para seguir luchando.


Me dejas a la intemperie

desamparado en lo salvaje

ignorante de recorridos y troncales.


Ya no tengo energías de nada.

Ya no tengo ganas de nada.

Ya no tengo nada.


Cada minuto de cada segundo que te pensé

nutrí esperanzas huecas, cegué la razón y,

en este momento, caí fulminado.


Puta mi suerte contigo. Pero te entiendo, corazón,

te entiendo.


Hoy vuelvo a ser un fantasma en la ciudad

ciudad que no te pesca si no hay billete o fama

lástima que, escaso de ambas, estoy lleno en penas

penas del rojo, penas del alma


Y puto proverbio en la pared

ríe y el mundo reirá contigo

llora y llorarás solo.


Cierras las puertas a entradas horas de la noche

en mala hora, en mala luna, en mal momento

quedo destrozado bajo toneladas de palabras

pocas la verdad, más no su intención ni contenido:

me han dejado herido las negaciones y, contra mis réplicas,

la razón es dura en contraposición al escuálido (por la mierda, justo ahora) corazón.


Puta mi suerte contigo.

De mala gana me voy del sitio

sin comprender cómo fue que mi palabra quedó sepultada bajo la tuya

como David y Goliat, como perro grande contra perro chico.


¡Puta que estoy choriao!


domingo, febrero 14

De hoy. De ahora.

Hoy te extraño con renovada energía
amante de tus contornos, de tus palabras,
de lo certero de tu mirada
y de tu mirada, con ella me estremezco.

Hoy te pienso con escazas pausas
te mando un par de versos
que buscan resonar en tus rincones,
que buscan tu aceptación y añoranza.

Siéndote plena y completamente sincero
si te abro mi pecho de gajo a gajo
no sé lo que encontrarías:
de mi cordura no queda mucho
conservo el muñón de mi paciencia.

Me cuesta hacer vida contigo
estás en toda y cada una de mis amantes,
pasadas y futuras,
apareces en mis sueños,
creo verte en andenes y paradas,
en resumidas cuentas: me tienes jodidísimo.

Hoy te escribo con antiguas esperanzas
quizás alguna que otra línea te haga aparecerte
entre la maleza de tu pecho, de tu orgullo prodigioso
de lo denso del olvido, o de lo obstinado del tiempo.

Pero, lo que es por mi, yo no olvido.

Te llevo a punta de pecho,
cual perdigón violento en mi memoria
disparado a quemarropa.