No estoy hablando de esa hambre loca de alguien a quien no conoces.
Hablo del tiempo pasado y futuro, planteado en el presente,
conservado como colección de escarabajos en ámbar
de recuerdo amarillo, postal vieja.
Hablo de proyecto de vida,
tuya y mía,
de un quehacer eminentemente político para con el otro,
donde cada caricia y cada mirada
van construyendo, honesta e irrefutablemente,
algo hermoso y anhelado.
Hablo, ahora, de esa hambre loca de alguien a quien no conoces
(relativamente bien, al menos):
del deseo, del puto, arrollador e inconsciente deseo.
de ese que moviliza desde lo más profundo
de ese que motiva y mantiene viva la ambición de consumir a otro.
De ese bello e, aunque no quiera, incontrolable deseo.
Hablo, franca y honestamente,
como uno de aquellos tantos fulanos que,
andando por la calle / esperando el colectivo
mirando por la ventana en clases / o tan sólo pasando el rato entre tus piernas,
caen flechados y rendidos ante algo mucho más fuerte:
del puto, arrollador, santo e inconsciente deseo.
1 comentario:
hacen falta esas tertulias
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